- NAZIS ANTES DE LA GUERRA CIVIL
Antes de la guerra civil española los nazis participaron en actividades que desenvocó en el alzamineto militar de 1936 contra el gobierno republicano en España y que desembocó en un tremendo fratricidio bélico. Los movimientos conspiradores de los representantes en suelo español del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), enviados a España y principalmente de su misterioso y discretísimo jefe en España, Hans Hellermann, demuestran que Berlín estuvo detrás del golpe de Estado contra la II República, un régimen que la Alemania que empezaba a construir el puzzle del III Reich necesitaba destruir. Hitler precisaba una España pronazi y profascista, y las pruebas indican que desde fechas tan tempranas como 1930 se esforzó para que así fuera.
Hans Hellermann, el hombre que canalizaría el impulso nazi a favor del alzamiento, fue un personaje tan oscuro como escurridizo ya que siempre actuó por orden directa de Heinrich Himmler, jefe supremo de la policía alemana, y por lo tanto de Adolf Hitler y a espaldas de la embajada y de los consulados oficiales alemanes. Su biografía y su trayectoria salen a la luz después de la búsqueda y el hallazgo de su ficha personal en los archivos nazis de Alemania. Además, un informe confidencial elaborado por los servicios secretos estadounidenses el 29 de diciembre de 1945 con el fin de evaluar la participación de este oscuro ejecutor del III Reich completa el dibujo del hombre que, sin delatarse, extendió el nazismo en España.
Hans Willi Hellermann se involucró desde joven en el movimiento nazi. Se hizo miembro del NSDAP en diciembre de 1929 como socio número 186.721. En 1932 se convirtió en SA.Stabsführer en Schwelm, es decir, jefe de las fuerzas de asalto paramilitares del partido en su ciudad, según el informe oficial y secreto de Estados Unidos.
Enfrentado a su padre por motivos ideológicos, en diciembre de 1933 viajó a España por orden de Himmler, concretamente a Barcelona.
Soltero, de metro setenta y seis centímetros de estatura y con ojos azules, tenía ante sí, a los 26 años, el gran reto de su vida. Desde su cargo de jefe local del partido nazi en Barcelona, bajo la tapadera de la empresa de importación y exportación Import Business Hellermann & Philippi, situada en la calle Avinyó, que jamás llevó a cabo ninguna iniciativa comercial, Hellermann intensificó las siniestras actividades del llamado Servicio de Control Portuario, denominación ambigua que escondía las inconfesables labores de una policía secreta nazi que secuestraba compatriotas o judíos en España y en su caso los juzgaba y asesinaba.
Al mismo tiempo, Hellermann realizó buenos contactos con militares y falangistas españoles (“clientes”, en sus mensajes en clave dirigidos al partido nazi en Alemania) cuya identidad aparece en los documentos desclasificados ahora.
Según una investigación de la OSS estadounidense (la Oficina de Servicios Estratégicos, el precedente de la CIA) elaborada en diciembre de 1945 con datos hallados en Berlín, Hellermann ayudó a organizar la Gestapo, la Falange y el alzamiento de Franco en España y fue el hombre de enlace entre el partido nazi en Alemania y los fascistas en España. De este modo, la Barcelona republicana, autonómica y antifascista albergó, sin que nunca llegara a ser descubierto, el centro de agitación pronazi más importante de España.
En abril de 1936, a tres meses del alzamiento, Eric Schnaus, el agente de la Gestapo enviado a España para tejer la red de centros nazis por todo el país, propuso a Hellermann como su sucesor en el cargo de Landesgruppenleiter o jefe del partido en España. Berlín ratificó el nombramiento, y Hellermann aceptó con entusiasmo.
Con este activo nazi al frente, el golpe contra la República se aceleró. El 24 de abril de 1936, Hans Hellermann viajó urgentemente a Berlín bajo el pretexto de llevar “documentos y sacas oficiales de la embajada”. Una vez en Alemania se entrevistó con Heinrich Himmler, jefe supremo de la policía alemana, de quien recibió instrucciones concretas: ayudar a los militares profascistas a poner fin a la República española.
De vuelta a Barcelona, ordenó a los principales jefes nazis de las secciones locales de España que acudieran a visitarle con el fin de transmitirles las órdenes de Berlín. Como resultado de la invitación, entre el 15 y el 20 de mayo de 1936, Hellermann se reunió con los 32 líderes más importantes de todos los grupos locales nazis de España y les dio las instrucciones que traía de Berlín. Los documentos desclasificados consultados en Holanda, Alemania y Estados Unidos constatan que durante las semanas previas al alzamiento hubo frecuentes encuentros de estos nazis con falangistas y carlistas en varias ciudades españolas. De hecho, consta que dos mil quinientos hombres, perfectamente disciplinados, estaban listos para el día de la rebelión, según se desprende de documentos alemanes procedentes de la falsa empresa de Hellermann en Barcelona que están archivados en Amsterdam.
Existen referencias documentales precisas de que Hans Hellermann contó con la amistad de un ingeniero del Ministerio de Aviación, que le puso en contacto con los jefes militares de la Ciudad Condal. También tuvo la complicidad de otro nazi establecido en Barcelona, Schubert, ingeniero diplomado, jefe del grupo de aviación del Frente del Trabajo Alemán, que impartió cursos a los fascistas españoles.
Pero el contacto clave de Hellermann fue Luis López Varela, capitán de la quinta batería del regimiento de artillería de Montaña n.º 1, con guarnición en Barcelona, cerca del puerto y de la propia empresa de Hellermann. Hombre de confianza del general Mola, Luis López Varela fue uno de los cabecillas de la Unión Militar Española (UME) en Cataluña. La UME era una organización clandestina del ejército creada a principios de 1934 que adquirió mayor fuerza después de las elecciones de febrero de 1936, cuando se enrolaron en ella muchos generales antirrepublicanos como Mola, Franco, Goded o Fanjul. La UME y la Falange planearon posicionarse contra la República y no dudaron en firmar un documento en el que se comprometían a secundar un alzamiento militar.
Si la ayuda alemana durante la guerra sería decisiva en el triunfo final de Franco, cabe recordar que el alzamiento militar fue inicialmente sofocado en Barcelona. En agosto de 1936, Luis López Varela y otros miembros de la UME fueron sometidos a consejo de guerra por rebeldía y fusilados. Hans Hellermann, buscado por las milicias populares y por la policía de la Generalitat, se fue a Alemania, donde fue recibido personalmente por Hitler.
Si Hans Hellermann auspició el ruido de sables en España desde Barcelona, en el norte de África Franco contó con la colaboración de Johannes Bernhardt, jefe local del partido nazi en Tetuán, que conoció al general en 1935, y de Adolf Langenheim, jefe del partido nazi en Marruecos, también conocido de Franco por las mismas fechas. Ambos consiguieron que un mensaje del general, en el que pedía la ayuda precisa para su guerra contra la República, fuera atendido por Adolf Hitler el 22 de julio de 1936 durante el Festival de Bayreuth en honor de Richard Wagner.
Tras leer el mensaje de Franco y hablar aquel mismo día con los emisarios nazis portadores de la carta, Hitler ordenó en el mismo Bayreuth que se procediera a activar la ayuda logística y militar que precisaba el futuro Caudillo.
La nazificación de España comenzó a prepararse seis años antes de la rebelión militar. En 1930 se instaló en Lisboa el primer comisionado del nazismo para la península Ibérica, un tal Friedhelm Burbach, enviado de Hitler, que le ordenó aglutinar a los alemanes residentes de España y Portugal en torno al nuevo ideario nazi y buscar amigos y alianzas entre los anticomunistas y católicos de cualquier color político.
En la primavera de 1933, Walter Zuchristian, un empleado de la empresa Siemens en Madrid, fue nombrado jefe del partido nazi en España.
El 12 de junio del mismo año, Zuchristian dirigió una carta a Burbach en la que ya mostraba inquietantes planes de futuro.
La ocasión soñada por los nazis pudo llegar después de las elecciones de noviembre de 1933, cuando la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) se erigió en el partido con más diputados en el Congreso. Fue entonces cuando Zuchristian giró una circular a los grupos locales de su partido para ordenar el establecimiento de conexiones con los elementos más extremistas de la CEDA y su líder, José M.ª Gil Robles, que fue invitado al congreso nazi de Nüremberg. Los nazis estaban complacidos por la buena sintonía de la CEDA con militares como Goded o Franco, los artífices de la brutal represión sobre los mineros asturianos en octubre de 1934. El día 18 de aquel mes, Zuchristian anotó: “Han sido reprimidos en la forma debida”.
Entonces, la presencia nazi creció sin parar: en noviembre de 1934 tenían 22 oficinas de representación y en 1936, poco antes de la sublevación, ya eran 163 por toda España. Sin embargo, Zuchristian fue relevado por Eric Schnaus, un agente de la Gestapo que debía reorganizar el nazismo asentado en suelo español.
El 8 de enero de 1936, a seis semanas de unas nuevas elecciones en España que darían la victoria a los partidos de izquierda, Schnaus se olió el resultado y ordenó a todas las secciones locales poner a buen recaudo documentación oficial hasta nuevo aviso y, “en el caso que sea necesario suspender toda correspondencia, recibirá un telegrama diciendo ‘Contrato firmado. Juan’, de manera que al recibirlo debe usted suspender toda comunicación hasta nueva orden. Esta carta deberá ser destruida inmediatamente”. Aunque las copias españolas del mensaje anterior fueron destruidas, como se ordenaba en él, las enviadas a Berlín se han recuperado.
Pero el 27 de marzo, Schnaus, convencido de que la conspiración contra la República podía estar cerca y triunfar, se dirigió a la dirección de la Gestapo en Berlín, donde prometió “poner las secciones de España listas para atacar”. Desde Alemania se mandó acelerar los contactos con los sectores políticos y militares contrarios al gobierno de Madrid. A partir de aquel momento, los futuros protagonistas del alzamiento serían mencionados en las comunicaciones secretas como “clientes”, como se constata en una nueva circular de Schnaus a los jefes nazis en España: “Los informes sobre nuestros competidores demuestran que sus directores se encuentran divididos respecto del nuevo método de manufactura (…) Por esta razón tiene especial interés para nosotros mandar instrucciones adecuadas a nuestros agentes y a nuestros clientes con el fin de que estén preparados a hacer frente a cualquier situación”. Fue entonces cuando entró en juego el hábil Hans Hellermann, a quien Schnaus confió la misión de servir a sus clientes.
- En 1935 la Organización para el Extranjero del partido nazi, dirigida por Ernst Wilhelm Bohle, creó el Departamento Central del Servicio de Control Portuario. Se trataba de una organización policial secreta que cubría la actividad de la Gestapo (policía secreta alemana) fuera de las fronteras del Reich y que siempre funcionó al margen de la embajada y de los consulados. La existencia en España de este oscuro organismo aparece en un documento desclasificado por los norteamericanos, con fecha de 29 de diciembre de 1945, cuyo contenido determinó las principales misiones que Himmler encomendó al Servicio de Control Portuario en España que dirigía Hans Hellermann.
Su misión era vigilar los asuntos económicos de la península Ibérica con países extranjeros; organizar un servicio de contrabando de armas y material de propaganda; establecer una red de empresas españolas y portuguesas que, una vez terminada la guerra, permitiría hacer importaciones de otros continentes, y, por último, la perversa misión de ejecutar las sentencias de tribunales nacionalsocialistas secretos creados por Himmler para juzgar cuestiones de disciplina de los residentes alemanes en la Península que se negaron a obedecer órdenes de la Gestapo. Se da por hecho que está misión implicó el secuestro y el asesinato.
Según documentos encontrados en la sede de Import Business Hellermann & Philippi, el Servicio de Control Portuario en España tuvo en nómina, oficialmente, a 45 agentes, además de centenares de colaboradores, entre ellos representantes comerciales de empresas de navegación. Para evitar problemas con las autoridades españolas, los sueldos de los agentes del servicio policial nazi eran asumidos por dichas empresas. Es el caso de Paul Riger y Siegfred Wolf, que, en mayo de 1935, fueron contratados por la compañía Baquera, Kusche y Martin, SA.