-Operación Banana

En marzo de 1939 la causa republicana estaba pedida, y los que se dieron cuenta y pudieron, huyeron a los puertos para coger el primer barco que pudieran, como el barco Stanbrook, un buque carbonero británico, de 1.383 toneladas, de dimensiones 230,1 × 34 pies (70,1 × 10,4 m) y una velocidad máxima de 12 nudos, y con capacidad para 24 tripulantes, que efectuó la última evacuación de refugiados republicanos del puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939. Llegado al puerto de Orán estuvieron un mes amarrado en el puerto hasta que las autoridades francesas les dejaron desembarcar.

 

En ese éxodo ocho mil refugiados españoles terminaron en Argelia, cuatro mil en Túnez y mil en el Marruecos francés. Y al igual que los que escaparon por los Pirineos, fueron a parar a campos de concentración, especialmente los que se consideraron «peligrosos izquierdistas». Un trato que no esperaban como luchadores antifascistas.

Con la ocupación nazi de Francia y el ascenso del mariscail Petáin al gobierno de Francia (títere de los nazis) la situación se complicó para los refugiados republicanos.

En 1943 los aliados invadieron el norte de África, para atacar a las fuerzas alemanas e italianas. En aquel avance aliado por territorio francés los antifascistas españoles fueron liberados.

Los que habían trabajado en la inteligencia militar de la República o tenían preparación para ese tipo de misiones fueron reclutados por los estadounidenses para la reciente creada OSS (Office of Strategic Services). Valoraron muy positivamente a los españoles que habiendo perdido la guerra civil tenían un fuerte compromiso antifascista.

Los aliados querían conocer hasta qué punto estaba implicado Franco con el Eje. Para ello seleccionaron  a republicanos para infiltrarse en España e informar sobre movimientos de tropas, posiciones defensivas, etc. lo que permitiría a los aliados preparar una posible ofensiva contra la España de Franco si fuese el caso.

Las misiones de los espías en cada ciudad recibieron nombres de frutas. En Barcelona, Operación Cereza; en Madrid, Limón; Cartagena, Naranja; Melilla, Albaricoque y Cádiz, Uva. Y en Málaga, Banana.

Si los nazis hubieran penetrado con sus tropas en España, estaba previsto tomar Ceuta y Melilla para desde ahí bombardear los puestos de artillería y las comunicaciones de la península.

En 1943 los cines estadounidenses proyectaron la película Inside fascist Spain para preparar a su población ante la llegada de un nuevo conflicto. Los documentalistas han conseguido imágenes de este film que nunca antes se habían visto en España. Franco a su vez construyó centenares de búnkeres en las costas.

En julio de 1943, los espías españoles desembarcaron en Río de la Miel, en Málaga. Eran ocho hombres. Manuel Lozar, radiotelegrafista de la Marina de Guerra Republicana, Ignacio López, teniente radiotelegrafista de aviación, Pedro Royo, telegrafista de artillería antiaérea, Jaime Pérez Tapia, comandante de batallón de la 207 Brigada Mixta y Guillermo Garrido de las Heras, sargento del Tercer Batallón de la primera brigada de carros blindados. Junto a ellos, iban tres guías veteranos del ejército republicano que conocían el terreno, Joaquín Centurión, Francisco Bueno Ledesma y Luis Ruiz Aguayo, que tenían como objetivo conectar a la misión con el PCE de Málaga y redes clandestinas que pudieran darles apoyo y lugares seguros para cobijarse y esconder las radios.

Llegaron a las cinco de la mañana. Escondieron su armamento en una cueva y se vistieron con trajes elegantes ya que confiaban en que de este modo no les pararían.

Estuvieron siete meses transmitiendo información sobre los movimientos militares y sobre algo que les pilló de sorpresa, la situación en España era mucho más complicada de lo que les habían hecho creer. En África los responsables norteamericanos y principalmente de Unión Nacional Española, organización pantalla del PCE, crearon un retrato de lo que ocurría en España que nada tenía que ver con la realidad con la que se toparon cuando desembarcaron en la costas de Nerja. Unión Nacional Española, organización que tenía que proporcionales apoyo en la península, simplemente no existía, la vigilancia y represión policial era extrema y fruto de ello el PCE se hallaba muy debilitado, asediado y penetrado por la policía y los delatores.

A la presión de la policía hubo que añadir que se quedaron sin dinero. Las importantes sumas que recibieron para llevar a cabo la misión tenían orden de entregárselas a un enlace del PCE enviado a Málaga desde Francia, Víctor Moreno, que a su vez se lo dio a un contacto del partido en Madrid. Los espías se quedaron sin dinero hasta para los gastos más elementales. Se les rompieron las radios, además, y podían transmitir pero no escuchar a los estadounidenses. Reclamaron fondos de lo entregado, pero el enlace del PCE no volvió a contestar sus demandas.

Desesperados, decidieron arriesgarse y viajar a Madrid a contactar con el PCE. Lo logran, tras un mes intentándolo, con Apolinario Poveda Francisco y enlaces del PCE en Argel, a los que les transmiten su decepción y sentimiento de abandono.

El momento que vivía el PCE en 1943 y 1944, con una grandísima presión de la policía política, en el que el miedo, la tortura, los infiltrados y delatores acosaban al Partido Comunista, la organización en el interior de España estaba totalmente descompuesta con enormes problemas de coordinación y comunicación entre los dirigentes y las células activas, sufriendo una gran precariedad de medios. Las necesidades económicas para mantener una organización en la clandestinidad son muy grandes, crearse una cobertura adecuada y moverse en un Estado policial militarizado consumía los escasos recursos económicos con gran celeridad».

Por otra parte, las intrigas políticas también condicionaron la misión. Los comunistas no querían colaborar con los americanos. La directiva que el PCE dictó desde Moscú a todos sus militantes fue la de no integrase en fuerzas regulares de los ejércitos aliados. Por ejemplo, los comunistas españoles tuvieron una fuerte presencia en la Resistencia Francesa en unidades ligadas al Partido Comunista Francés, pero inapreciable en el Ejército Francés Libre del general De Gaulle.

 

Otra desgracia fue que los ingleses, por medio de su embajador en Madrid, Sir Samuel Hoare, habían desarrollado otros planes para España. Por medio de una red de sobornos a los generales de Franco,  pretendían asegurarse la neutralidad del país sin necesidad de intervenir. La Operación Banana podría poner en riesgo todos sus planes. No querían oír nada de agentes infiltrados. De hecho, desde febrero de 1943, la misión Blackbone ya estaba cancelada por el alto mando aliado. Con la neutralidad de España, la guerra finalmente no pasaría por la península.

En marzo de 1944, la Brigada Político Social, a través de un delator infiltrado, Antonio Rodríguez López “el Chato”, los espias son arrestados. Tras los interrogatorios, cayeron doscientas personas involucradas. Fue uno de los golpes más graves recibidos por el PCE en toda su historia. Pero para no tener problemas con los aliados, fueron juzgados por «auxilio a la rebelión», en lugar de por espías, que es lo que eran.

Los aliados se desentendieron del grupo. A través de Luis Pérez Tapia, hermano de uno de los detenidos, el 13 de marzo en la embajada de Estados Unidos en Madrid recibió una petición de ayuda. En la instrucción que recibieron en el norte de África los agentes, se les dijo que si atravesaban dificultades acudiesen a la embajada a solicitar protección.

El 22 de marzo de 1944 se envió desde la embajada en Madrid a Washington un despacho con detalles sobre la operación policial y las detenciones. La prueba de que el Gobierno americano conocía su situación y decidió abandonarlos a su suerte.

El agente Salvador Rodríguez Santana y sus colaboradores José López Iglesias y Francisco Muriel Martín fueron fusilados en Melilla. Salvador Soler López, José Cerezo Fernández, Enrique Tirado Cobos, Antonio González Torres y Adolfo Pacheco Mateos, todos ellos  miembros del PCE que colaboraron con la operación, en Málaga. Manuel Lozar Feliz, Ignacio López Domínguez, Pedro Royo Sanz, Guillermo Garrido de las Heras, Víctor Moreno Cristóbal, junto a los militantes comunistas Jesús Carreras Olascoaga, Félix Pascual Hernández Piedecasas y José Vicente, en Alcalá de Henares. Carreras había asumido la jefatura del PCE en el interior tras las sucesivas caídas de Heriberto Quiñones y Jesús Bayón. Pascual Hernández era el responsable de las estafetas o puntos de enlace del partido.

A Jaime Pérez Tapia, Francisco Alaminos y José Jiménez Martín les conmutaron la pena capital por treinta años de cárcel; salieron de prisión a principios de los sesenta. En un informe de la OSS, se califica a la Operación Banana como el mayor descalabro del espionaje aliado en toda la II Guerra Mundial, solo excusable por la inexperiencia de la agencia de espionaje americana en el momento de ponerla en marcha.

Para los agentes reclutados solo hubo olvido. Algo común a la mayoría de los agentes irregulares de la OSS. Pero, además, la mayoría de los republicanos españoles que participaron en las operaciones de la OSS en España militaban en el Partido Comunista. El advenimiento de la Guerra Fría, el posterior reconocimiento internacional y apoyo a la dictadura por parte de Estados Unidos, los convirtió en personajes incómodos a los que era mejor enterrar en el olvido. Si en su momento, cuando fueron hechos prisioneros, encausados y condenados a muerte, no se les ayudó ni reconoció. Peones sacrificables.

«Madre mía, madre mía… Muchachos, mi último adiós», fueron las últimas palabras de Manuel Lozar en la cárcel antes de ser fusilado en las tapias del cementerio de Alcalá de Henares la mañana del 16 de enero de 1945, a menos doce grados, junto a siete personas más. Sus cuerpos están enterrados en las fosas comunes 38 y 39. El responsable de su destino, Dwight Eisenhower, abrazaba a Franco el 21 de diciembre de 1959 en Torrejón.